martes, 3 de enero de 2012

¿Solas o acompañadas?


En la actualidad, las redes sociales y las herramientas informáticas facilitan y promueven la comunicación pero lo paradójico es que, de manera proporcional, la soledad se ha incrementado y transformado considerablemente experimentándose con sentimientos contradictorios: se la vive, al mismo tiempo, como pasaporte a la libertad y como factor de sufrimiento. 

Es frecuente que muchas alimenten la ilusión de no estar solas creando vínculos que se desvanecen con la misma facilidad con la que nacen. Esto lo vemos multiplicado en las redes sociales donde “un millón de amigos” no pueden acallar la sensación de aislamiento.

Muchas mujeres solas creen que lo que más ansían es estar en pareja, formar una familia y tener hijos, pero confrontadas a la realidad de concretar esas aspiraciones se ven invadidas por dudas y miedos. En épocas pasadas, los mandatos culturales nos determinaban pero, al mismo tiempo, nos brindaban la seguridad de estar haciendo lo correcto. En la actualidad la mayor libertad para elegir la dirección de la propia vida suele producirnos un verdadero vértigo y muchas veces cuesta, en medio de la multiplicidad de opciones, encontrar el propio deseo.

Vivimos en un mundo especular en el que encontramos afuera ni más ni menos que lo que somos por lo que, si se nos dificulta el encuentro de un otro con quien compartir la existencia algo tendremos que revisar respecto de nuestro genuino deseo. A veces no se trata de encontrar a la persona indicada sino que, en el fondo, queremos que ella sea funcional a nuestros planes personales, por ejemplo, el de tener un hijo cuando suena el reloj biológico.

Si deseamos construir una verdadera relación con intimidad, compromiso y confianza, amor y proyecto compartido, necesitamos desarrollar esos valores para con nosotras mismas. Cuanto más enteras estemos más probabilidades de encontrar a quien esté en la misma condición. No se trata de ser la mitad de algo sino del encuentro de dos unidades. Se trata de entender que en una pareja ambos tenemos que estar dispuestos a dar y recibir de similar medida, ceder, tolerar, negociar y aceptar las discrepancias. Sobre todo estar dispuestas a soportar lo que falta, aquello que no está ni estará ni en nosotras ni en el otro. Ni príncipe azul, ni princesa dormida. El otro no está para cubrir nuestra expectativa o para sernos útiles en nuestros propios proyectos, tratemos de tener presente que una pareja es una consecuencia, no una meta. 

Lic. Alicia López Blanco - Psicóloga Clínica